Visitas

viernes, 5 de enero de 2007

Bombas de racimo


El pasado verano, todos y todas, nos sentíamos impotentes ante la acción que estaba llevando Israel en el sur del Líbano, cómo se producía con total impunidad la ruptura de todas las normas del derecho internacional.

Después de los combates y del acuerdo para la retirada de las tropas israelíes llegó, desgraciadamente, la hora del recuento de las víctimas y de los “accidentes” provocados por la utilización de armas como las bombas de racimo; armas que aun después del alto el fuego y de la retirada de tropas, continuaban causando un sin fin de víctimas mortales y un número importante de heridos.

El pasado miércoles, leí en El País, que “El Gobierno descarta prohibir en España la producción de bombas de racimo”. Es curioso, mandamos a nuestras tropas a limpiar de la submunición que dejan ir dichas bombas, para continuar fabricándolas y distribuyéndolas en nuestro país o vendiéndolas a terceros países.

No creo que esté bien que nuestro país permita la fabricación de estás armas y su distribución, aunque nos digan que éstas cuentan con las pertinentes medidas de seguridad para su autodestrucción. Las armas las carga el diablo, y es mejor no fabricar ciertas cosas que fabricarlas y esperar que ningún mecanismo de seguridad falle.

Como militante socialista, me gustaría que el parlamento y el gobierno tomasen el camino que tomó Bélgica el año pasado: prohibir la tenencia, el almacenamiento y la fabricación de estas armas en su territorio. Esto sí es un buen ejemplo y una demostración de que es posible abandonar la fabricación y comercio de armas, como las bombas de racimo.

No deberíamos detenernos en las bombas de racimo, tendríamos al menos que hacer que la compra venta de armamento de cualquier tipo, fuese de dominio público, saber quien vende armas a quien.